Después de cada meditación he leído en orden secuencial, soy muy TOC, cada reflexión. Pellizcos que me hacían sonreír, acomodar, discernir y profundizar en el autoconocimiento. Epílogo bendecidor de mi momento, provocando agradecimiento e inspiración.
Acabado como el que finaliza unas vacaciones, con coraje y media sonrisa, decido que permanezca a mi lado, no le pongo un marco como la foto del verano, pero se queda al lado de mis lecturas recurrentes como el Evangelio del día. Y tras cada meditación, ya lo abro con libertad como un niño que abre un libro sin intención ni expectativas, dejando que él decida qué decirme.
El libro y yo, ahora somos amigos que se conocen, y se recuerdan momentos, se acompañan, se escuchan, se siguen sorprendiendo, y sobre todo se quieren.
Es tal la pasión que me ha hecho buscar y encontrar un banquito de madera plegable, y por tanto operativo, que me pone más cerquita del suelo allá donde estoy.
Emiliojo
No hay comentarios:
Publicar un comentario