Todo transcurre en el mismo sitio, todo respira del mismo verbo, todo existe en el mismo tiempo. Todo fluye del mismo corazón.
No hay más que el querer; en la amistad, en el amor, en la vida, en cualquier qué, cómo, dónde, cuándo y quién.
Amor incondicional, respeto, no juzgar, empatía exponencial, ser y estar, es sencillo solo acompañar.
Y cuando te llegue el momento de volver a casa, a la mano tendida de Dios, a la mesa de Jesús, a la casa de María, que tu legado único sea; él me quería…
Amen y Amén.
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