viernes, 26 de abril de 2019

Papá y Charo. Pellizcos de un día cualquiera.

No es un día especial, un día más del almanaque, un día sin más, un día más en mi oración, un día que te me apareces y te me haces presente, un día de ausencia física, un día que te tengo cerca como si estuvieras, un día que no lo puedo evitar. Un día más sin ti, un día más sin papá.
Esta foto me ha pellizcado el alma, Charo y tu, con los ojos llenos de contención, de corazón y del querer de un abuelo de acogida y de una madre de acogida esperando y recibiendo a Arina. Como siempre el bolso de mamá en tu hombro, en aquella época la que andaba chunga era tu Mari, y como decía Elena, tu madre debería escoger el bolso a juego con la ropa de tu padre.
Charo y Papá en la Capilla del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, un verano de nuestra vida. La muerte miente cuando dice que no estás.


Emi


domingo, 14 de abril de 2019

Lunes de mi amor.

Me robaron el domingo, me tiraron del pollino, me vaciaron la víspera y pisotearon mi infancia, cuña del mismo árbol, los mismos que tuvieron una igual aún sin conocernos. A sabiendas de su injusticia con disculpas en el petit comité, prevaricación de maestros de la ley, lo bendijo un sepulcro blanqueado y la espiral de silencio, tragó sapos y culebras, miró para otro sitio y continúo su procesión sin penitencia. 
No hace mucho uno de tantos, me decía, "pasado el pecado, pasada la página", sin consciencia me definió en forma de sentencia su hipocresía y la de los suyos de vela rizada sin prójimo ni parábola. 
Samaritanos, árbol de la cuña de la misma iglesia, marianistas laicos con túnicas del siglo XXI, atendieron mis heridas y mis ausencias, me dieron la mano y levantaron mi espíritu, me dieron un evangelio y un grupo de jóvenes, y juntos desde entonces, buscamos a un tal Jesús, el Jesús concreto, el real, ese que también tenía túnica y sandalias, al que utilizan como medio pero no como fin los impenitentes de capirote con dios en minúsculas.
Solo respeto profundamente a mi igual, al que tuvo y tiene la suerte de vivir la semana más grande del año como un niño, como un adolescente lleno de ilusión, recuerdos, referentes, espiritualidad, misticismo callejero, teología popular; cantada, inciensada, floreada, musicada, de esquina dejándola marcharse con su candelería encendida y su carita divina, de cultura y antropología sureña, del lunes con papá, mamá y el hermano, mirándose desde la víspera esperando que se cumpla su momento y nos inunde de su gracia, llenos de Esperanza y Amor por Ellos.
Lo intangible, lo espiritual, la infancia, tu patria no te la roba ni Dios, y esa mirada de franciscano de tres años con sandalias y hábito cosido con el amor de mi tía Ester, en el patio de un convento nazareno y franciscano diciéndose hágase, sonriéndole a la vida, es tan grande como mi amor por Jesús el Nazareno, el que se viste de blanco los lunes, como vestían a los locos, loco de amor por su madre, la palestina María, de segundo nombre Esperanza.




Emiliojo