Voy echando de menos mi meditación en terraza, aire en la cara, sensaciones corporales de exterior, sonidos naturales, pensamientos, emociones y sentimientos matizados por el ámbito de la luz.
Empezamos a cerrarnos, a encender al ermitaño y a la contemplación anacoreta, las sombras de la caverna que decía Platón, se convierte en cine de invierno, merienda cena del mi, sin ti.
Salidas con intención, un mandaíto al día te saca y te da un punto de alegría, e interacción. Pilates, catequésis, y algún café robado pero convidando, que es compartir la invitación, hacerla elegante y terapéutica.
Total que hoy tras una siesta dominguera, he despertado al otoño, con rima consonante y premiada. Y mi ciclo circadiano busca impenitente un trastorno afectivo emocional que justifique mi malaje.
Emiliojo
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