Paz y Bien.
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale
de la boca de Dios.
Una luz tenue, una luz de capilla, una velita de lampadario
con más cera que mecha, luz que ilumina una hermandad, una mano la ampara, la
mano de un joven, miembro de un Grupo tan Joven como él. Ese joven le mira y le
pide la sal, la sal terrena que de sabor, verdad y humanidad a esa mística
necesitada de fraternidad.
La Hermandad espera paciente, la cofradía sufre impaciente,
esa luz aguanta y persevera, ilumina la esencia de un amor con esperanza,
representa el corazón limpio sin razones, sin egos, sin posiciones, sin
rumores, imagen del trocito de alma encendida y devota que todos manteníamos
oculta. Luz que sumada grano a grano ya ilumina un granero de Esperanza. Mesa
de un convento Franciscano, coja de una de sus patas, que encuentra la mano de Dios y de su madre para así poner
pie en pared, manos a la obra y luz para el camino de los hechos.
Multiplicar los panes y los peces, multiplicar la fraternidad
y el amor, callar el hambre, aplacar la boca, sentir en prójimo.
¿Y qué podemos hacer, nosotros? Quizás lo que podemos dar no
es suficiente para tanta gente, pero la suma de cada pequeño gesto, cada
palabra, cada sonrisa, cada donación, cada gesto de misericordia, cada mano
tendida de perdón, cada mea culpa, cada guiño cómplice, incrementará la
felicidad de nuestros hermanos y hará brillar el Amor.
Dejémonos vivir una experiencia de comunión, aún
sabiendo que no estará exenta de tensiones e incluso de decepciones.
Señor, multiplica en nosotros los
efectos de tu bondad.
Iniciamos la misa de acción de gracias con la alegría de
saber que el Señor ha resucitado y habita en nuestras vidas.
Emiliojo
Emiliojo
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