miércoles, 28 de agosto de 2013

Un nuevo angel de nombre Alejandro

Ayer Pepe despidió a su sobrino Alejandro. La noche anterior su cuerpo dijo basta, no pudo más, vino un angel, le cogió de la mano, le puso dos alitas y lo acompañó al cielo. En el camino de ida sin vuelta, le explicó el sentido de la vida y la muerte, la gracia de Dios, el libre albedrío y su nueva misión; a partir de ahora es él, el que debe cuidar y velar por su mamá, papá y hermano. Le calmó y le enseñó la cara de Dios, María Inmaculada, su madre eterna lo acogió y le tomó de la manita para que no tuviera miedo y no dudara.
Pepe rememora con los ojos de la cara, su personalidad de enano, su acento norteño, su fuerza mental y su velar, cuidar y proteger a Raúl, aún siendo el más pequeño. Más de 3 años, casi la mitad de su vida,  luchando contra la naturaleza y sus mutaciones, contra dolores, malestares, tratamientos, y pena y sufrimiento reflejados en la cara de papá y mamá.
Un dolor que no soy capaz de sentir, un dolor que me niego a imaginar, el dolor de una madre rota y despojada de un trozo de su alma y de su cuerpo. Solo alcanzo a pedirle a Dios y a Jesucristo que ponga luz en esa familia, que su noche espiritual tenga siempre una luz duermevela que muestre a través de la sonrisa de Alejandro la gracia de Dios.
Jesús hace muchos años le salvó con su muerte, su redención, es la isla espiritual en el temporal emocional y mundano, donde apoyarse para entender la vida desde la paz de Dios. El respeto por el dolor infinito, por el sentimiento, por el corazón rasgado, por la impotencia, por la incomprensión, por la vehemencia argumentada, por el vacío espiritual, no debe de cegarme y entender la realidad de la vida y la muerte que nos hace ser uno, un único espiritu en Dios. La fe pone el piloto automático de la vida en los momentos sin fe ni esperanza, explicación no hay, sentido no encuentro, pero quizá no lo tiene ni hay por que buscarlo, ni siquiera tiene por qué tenerlo. El sentido de la vida va unido al de la muerte, vueltas y mas vueltas que terminan en el vacío de mi mente, roto por el dolor del corazón, pero al final de ese laberinto y camino sin meta, aparece la Luz,  siempre aparece Jesús con la mano tendida y el Espíritu Santo soplando en mi cara.

Emiliojo

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