domingo, 13 de febrero de 2022

A que huele el Domingo.

A que huele el Domingo cuando en ti amanece. Huele a silencio sin tiempo, a mañana sin viento. Amanecer, innecesario por ausente, a cama de una semana llena de gente, a café con churros en horario diferente. 

Y como suena, suena a silencio improcedente, a slowly sin compás, a vecina sin tacones y vecinos sin muebles.  Calma que no se enciende, a un niño que siente que el sábado se pierde, a tarea familiar y caserucos de pasillo como si fuera reyes.

A mi me suena a pereza sin ganas, a vacaciones de baja, a ciudad ecológica, a lunes en pandemia, a aislamiento perezoso, a serie en serie, a libro de muleta, a música sin volumen, a isla desierta.

A mi me sabe a paseo por la orilla, a terraza meditada, a oración en el horizonte, a cielo no preparado, a tortilla de la Charo,  a sudadera de soldado, a boquetes consentidos, a lavadora en bucle y secadora respondona.

Me evoca  misa de una y media en San Francisco, en la esquina del purgatorio, con la capilla del francés enfrente, a papá de pie y de rodillas, a tergal y cuello alto, a limpiabotas en la calle ancha, papi por todo el día, carrusel en su cama, a tarea no hecha, cartulina incompleta, a víspera de lo que atormenta. 

A pueblo por un día, luz de mediodía, a tarde sin calles, a gaviota traviesa que grita en la plaza, a coche aparcado, a ruido interior calmado, lentitud machacona, a improductividad sin agenda, solecito de mirada entreabierta, sin ánimo solo el de estar en Tarifa, a estribillo de la semana, a vigía de ventana.

Ciudad para extranjeros, hábitos sin prioridades, sentimiento sin emociones, a cronicidad de un estado, a fusible no arreglado, a razones para el refranero, a silencio administrativo y espiritual, a tormenta seca, a espera de lo que nunca llega, víspera de lo que no se espera...

Emiliojo

No hay comentarios:

Publicar un comentario