domingo, 14 de abril de 2019

Lunes de mi amor.

Me robaron el domingo, me tiraron del pollino, me vaciaron la víspera y pisotearon mi infancia, cuña del mismo árbol, los mismos que tuvieron una igual aún sin conocernos. A sabiendas de su injusticia con disculpas en el petit comité, prevaricación de maestros de la ley, lo bendijo un sepulcro blanqueado y la espiral de silencio, tragó sapos y culebras, miró para otro sitio y continúo su procesión sin penitencia. 
No hace mucho uno de tantos, me decía, "pasado el pecado, pasada la página", sin consciencia me definió en forma de sentencia su hipocresía y la de los suyos de vela rizada sin prójimo ni parábola. 
Samaritanos, árbol de la cuña de la misma iglesia, marianistas laicos con túnicas del siglo XXI, atendieron mis heridas y mis ausencias, me dieron la mano y levantaron mi espíritu, me dieron un evangelio y un grupo de jóvenes, y juntos desde entonces, buscamos a un tal Jesús, el Jesús concreto, el real, ese que también tenía túnica y sandalias, al que utilizan como medio pero no como fin los impenitentes de capirote con dios en minúsculas.
Solo respeto profundamente a mi igual, al que tuvo y tiene la suerte de vivir la semana más grande del año como un niño, como un adolescente lleno de ilusión, recuerdos, referentes, espiritualidad, misticismo callejero, teología popular; cantada, inciensada, floreada, musicada, de esquina dejándola marcharse con su candelería encendida y su carita divina, de cultura y antropología sureña, del lunes con papá, mamá y el hermano, mirándose desde la víspera esperando que se cumpla su momento y nos inunde de su gracia, llenos de Esperanza y Amor por Ellos.
Lo intangible, lo espiritual, la infancia, tu patria no te la roba ni Dios, y esa mirada de franciscano de tres años con sandalias y hábito cosido con el amor de mi tía Ester, en el patio de un convento nazareno y franciscano diciéndose hágase, sonriéndole a la vida, es tan grande como mi amor por Jesús el Nazareno, el que se viste de blanco los lunes, como vestían a los locos, loco de amor por su madre, la palestina María, de segundo nombre Esperanza.




Emiliojo

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