Una procrastina al día

Cierro y no corto. Ni corto ni cierro. Acabando el tironcito, un ciclo de almanaque de cocina en el que no creo, pero... o me voy al campo o a la madre selva, y aún así la tiranía de la naturaleza y sus ciclos estacionales me impondrían igualmente el ciclo de vida en forma de año.
Menos batería que un iphone de adolescente, menos fuerza que un partido animalista, menos ánimo que un pintor en desamor, menos vida que un loco sin alas, a lo justo y sin bicicleta, ojos tristes y pesados, chivatos emocionales.
Días cabrones que obligan, abrazos, sonrisas y no lágrimas, no está permitido ir contracorriente, no está permitido no celebrar y si no eres pues lo celebras laico y femenino, plurales de una sociedad sometida, lógica que busca alivio y cosas que celebrar, para dar portazos en la cara a la mentira.
Si te duele un brazo ese día lo que pase, pasa a través de ese brazo, los abrazos, las llamadas, las buenas tardes y los buenos días, las preguntas y las peticiones, se convierte en tu receptor con cobertura imán del prójimo. 
Cuando estas y no quieres estarlo, tus ojos se chivan de tu cometa sin hilo, de tu inercia por cojones, sin reyes ni reinas magas, sin luces entre sombras, la llave está echada y llaman y llaman, y preguntan y abrazan, y dicen y dicen. Una película de cine mudo con un sieso de espectador, replegado en la concha de la cortina echada y luz de mesilla de noche.
Espero el principio, para ser uno más, espero las 12 del reloj, espero ser tribu en la cuesta que sube, que baja cuando baje. No me quejo pero dejarme en paz, no renuncio porque es ley, no anuncio porque leo en silencio, no bailo porque me da asco, ni río ni janeiro.
No es un castigo, no es penoso, es situación, coyuntura desestructurada, lo disnérgico no existiría sin lo sinérgico. Procrastinando emocionalmente, ni disocio ni sufro, solo camino sin sombra, como un reloj sin brújula.
Una procrastina al día, me zafa de la programada alegría.
Emiliojo