martes, 7 de abril de 2015

Desestructurado

Me desestructuro con una facilidad, que más quisiera Ferran Adriá. La inactividad me debilita de forma exponencial e inmediata.
Persevero, insisto, asumo, comprometo, soy una máquina, pero una semana y si es santa, es suficiente para pinchar las cuatro ruedas y necesitar volver a montar un puente mental que me lleve a lo que ahora mismo no me creo. 
Mi continuo debe ser jartible, estresante, extenuante, saturado, inasumible, poderoso. Sin vértigo, sin picante, sin guindilla, mi motivación cae hasta el modo vaca, y es entonces cuando empiezo a no soportarme y a entrar en barrena.
Necesito nadar sin saber si llegaré a la orilla que veo o adivino a lo lejos sin ser capaz de medir la distancia, es más no sé si quiero llegar, quiero nadar y nadar, andar y andar con la mochila bien pegadita a la espalda y con el peso que te dice quien eres, todo lo demás me aliena. 
Supongo que es inseguridad, o inquietud, quizá curiosidad, pero si que tengo claro que es la única manera que tengo de gustarme, todo lo demás es vegetativo.
En alguna reencarnación fui malabarista o funambulista, y seguro enemigo acérrimo del tragasables del circo.

Podale

Emiliojo

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