viernes, 2 de noviembre de 2012

Las llaves en el rellano - Sección La columna de otro

IGNACIO CAMACHO - Diario ABC
Día 02/11/2012
Recuerdas la desazón de otras madrugadas ante la habitación aún vacía, la maldita punzada de incertidumbre y congoja
TE ha despertado el portazo a media madrugada y en vez de cabrearte has suspirado. A punto de salir al pasillo para reprenderla por la hora o por el aliento a alcohol que sabes que desprenderá su boca has preferido darte la vuelta y encender la radio para coger el sueño al que hasta entonces no has podido entregarte con soltura de ánimo. En las noticias están hablando de una macrofiesta con heridos, tal vez muertos en una avalancha de confusión y pánico. Mientras tu mujer duerme, vencida al fin su zozobra por el cansancio, piensas en esos padres que aún no han oído cerrarse la puerta del consuelo, los pasos indecisos que mitigarán la ansiedad de otra noche de inquietudes y nervios. Y recuerdas la desazón de otros amaneceres al descubrir la habitación aún vacía, la maldita punzada de incertidumbre y congoja, el confuso deseo de que ella se haya quedado a dormir con alguien que ni siquiera te importa con tal de que esté en un sitio seguro. Tantas veces has intentado hablarle sin encontrar más respuesta que una mirada blindada de silencio. Tantas veces tus palabras se han despeñado como sermones huecos; tantas veces has llegado a sentirte culpable, remordido por la sospecha de un exceso de angustia, de sobreprotección, de intervencionismo o de miedo.
Tres jóvenes muertas, ha dicho el siguiente boletín que desde la mesilla asalta tu desvelo. Tres familias que acaso en ese instante aún aguarden el sonido cercano del ascensor en la alta noche, el tintineo salvador de las llaves en el rellano. Seis padres que tal vez aún ignoran el siniestro sorteo que acaba de señalarles con un premio macabro. Sabes cómo es porque una vez lo viste en los pasillos del hospital, cuando tu hija aún pequeña requirió una urgencia pediátrica; las voces de premura de los enfermeros que empujaban las camillas de aquellos chicos descalabrados, el reguero de sangre en la ambulancia, la expresión descompuesta, trémula, horrorizada, del conductor que los había atropellado. Un amigo médico te habló entonces de la amarga rutina de las guardias de los viernes y los sábados: el alcohol, las motos sin casco, las sobredosis, a veces una violenta cruz de navajas adolescentes en alguna discoteca del extrarradio. Y esas imágenes se te agolpan cada vez que las horas discurren en la vigilia de tu responsabilidad estéril, en la espera insomne del portazo nocturno que aplaque tu reconcomio interior con una descarga de alivio analgésico.
Hay un hilo de luz del alba en la ventana cuando sales al baño mientras el transistor crepita detalles de la tragedia. En el perchero de la entrada has visto colgado un sombrero de bruja que al cogerlo te desprende un fuerte olor a alcohol barato. Por esta vez, y al menos hasta el próximo fin de semana, no será el tuyo el móvil que suene con el timbre fatídico de una llamada de emergencia. Acabas de obtener otros seis días de sosiego.
(Columna en ABC de Ignacio Camacho)
http://www.abc.es/20121102/cordoba/sevp-llaves-rellano-20121102.html
 

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