jueves, 19 de septiembre de 2024

La muerte

Ayer soñando me encontré con la muerte, venía a por mí como cualquier día, como a cualquier vida.
Era alta, con estilo, elegante diría, atractiva y enigmática, andrógina encantadora e inquietante.
Me crucé con ella, íbamos por la acera por el lado izquierda de la carretera. Era una acera estrecha y de casapuertas. Había coches en blanco y negro, y ella llevaba un perro delgado y alto.
Un galgo con una correa larga, y un abrigo beige largo. Su cara era inexpresiva y alargada, los ojos no decían y no tenían alma.
La miré cediéndole el paso, y fue en ese momento, se transfiguró de inmediato sin abrir boca me dijo que por mí venía. Se hizo aún más larga y negro su abrigo, y yo sin apartarme ni salir huyendo, la mire fijamente, con la valentía del torero invadido de miedo, le grité con la mano por delante, ¡NOOOO, apártate de mí, yo sigo mi camino y tú no sueñes con mi destino!
Y se desvaneció, y se marchó como apareció, de forma inesperada. Y yo más seguro aún, que lo que me queda es De Dios, de sus hijos y del reino de los cielos en la tierra, la que piso y que aún no me entierra.

Emiliojo

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