jueves, 19 de septiembre de 2024

aprendí a sonreir

Aprender a sonreír, lo tuve como propósito de años nuevos naturales y personales. No lo conseguí y a las pruebas me remito, que no son otras que mi insta y mi persona andando en interacción.
Eso sí mis elegidos naturales si la conocen, y no es una decisión es una emoción operante.
En este tiempo me reconozco que sí aprendí a sonreír, mi conducta así lo dice y el reflejo de mi espejo también.
Un matiz, aprendí a sonreír cuando me defraudan, no se cumplen mis expectativas, me faltan, me falto, sufro, dudo, echo de menos, me relaciono con emociones desagradables y desadaptativas.
Si va bien, no, pero si van mal dadas, sí. En lo mucho o en lo poco, en el espejo o en la ducha, a primera hora o en la última, cuando espero y no llega, viviendo atento o intensamente suelto, viviendo vivo o muerto, cuando suena en mi alma un vaya de la playa, cuando el estómago conectado con el corazón y el cerebro me pellizca con dolor y se hace vacío. Sin querer queriendo mi sonrisa florece subconsciente y parasimpática, para restablecer mi nivel arousal, y mi desazón, homeostática emocional, que la meditación y el mindful me enseñó a practicar. Aceptación, no juzgar, relacionarme con lo bueno y lo malo de dentro y de afuera, y mucha pero que mucha flexibilidad emocional. Eso sí, si me ves sin control, voy sin casco, y con coleta torera, verdad en la mirada de navaja vieja, y destemplado como se està en la entrega de la humanidad compartida que me hace igual a la tuya.

Emilojo

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