jueves, 19 de septiembre de 2024

Cíclica y encíclica de vida.

Agotado, pero eres tú. Una situación de amor de hijo, responsabilidad crónica que suma y sigue.
Cíclica y encíclica de vida que te seca el alma y te empapa la calma, dices no puedo más, pero sabes que sí que puedes y más. Que te manden camiones y barcos de camiones, que tu resiliencia, perseverancia y paciencia perdida y recaída, soportan y pueden con tormentas perfectas, sequías, y dudas.
A lo crónico te suman otra variable la incertidumbre, para que le sumes ansiedad, estrés y desazón. Y con qué te regeneras y resurges como un ave fénix de casapuerta, con esperanza, memoria, flexibilidad psicológica e inteligencia emocional.
Y cuando ya estás sin pie y tragando agua, y empiezas a no poder respirar, te suman una variable más, la transversalidad, y añade dependencia, salud física y mental, precariedad para pagar lo que el sistema cabrón te hace soportar, todo lo que ya pagó papá y mamá con sus impuestos esperando toda una vida ver llegar.
Y es cuando miras la señora sola de la cama de al lado, a la auxiliar que te trae leche calentita de madrugada o una infusión por ser familiar y casi su compañero, al hijo del vecino de habitación que está más allí que yo. Un hombre que llora por una cama para su hija que vive en observación, una médico con cara sin espejo que te dice de esta también saldremos aún sin medios.
Humanidad compartida, que hace de la tierra el cielo con luna de compasión y lluvia de nubes de amor.

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