sábado, 22 de septiembre de 2018

Homilía del Sacerdote Marianista, Rafael Iglesias Calvo - Matrimonio Luiso y Lídia (15.09.18)

Querido Luiso, querida Lidia:
Dicen que septiembre es el comienzo de muchas cosas.  Las clases, los nuevos proyectos, caminos que soñamos cuando dejamos atrás el descanso y el disfrute del verano.  Hoy es 15 de septiembre; un septiembre que huele a primavera, que trae a la memoria el olor de azahar de naranjos que gustan de perfumar al Convento de San Francisco y a las gentes que pasean por su plaza con un aroma que nos embriaga y que evoca un lunes santo eterno de Amor y Esperanza.
Hoy no hay ya lugar para el temor porque las sombras se disiparon. Hoy esta casa, con vuestra presencia enamorada, os ofrece la PAZ que brota del corazón de los discípulos de Cristo. Hoy, mis hermanos, no podemos contener la emoción porque al fin, llegó el momento de testimoniar en este espacio seráfico que es nuestra casa, vuestro amor mutuo para toda la vida, ante los ojos del Dios de la Misericordia, ante su Hijo Jesús, ante María, la Madre de la Esperanza. Quienes os queremos, damos gracias al Dios de la Vida por poder compartir esta celebración con vosotros, como hizo Jesús en Caná de Galilea con sus amigos. Vosotros sois nuestros amigos del alma, nuestros hermanos queridos y vuestra alegría radiante como la sonrisa de Lidia, limpia como la sencillez de corazón de Luiso, es hoy causa de nuestra alegría y razón para hacer fiestas con vosotros.
Los sacramentos tienen sentido cuando están llenos de vida, cuando se acude a ellos con el corazón lleno de sentimientos, con los dones que nos han sido dados, con las heridas que nos va dejando la briega de cada día, con una historia en la que percibimos los guiños y el paso de Dios que ilumina nuestra existencia.  Vosotros venís cargados de dones; sois preciosos a los ojos de Dios y de cuantos gozamos de vuestra cercanía. También tenéis rasguños y heridas, personales, de pareja, de familia porque la vida es lucha, y porque el amor duele. Pero sobre todo tenéis una larga historia compartida. Erais tan solo unos chiquillos que comenzaban la universidad cuando os conocisteis en 2003. La vuestra es la historia de una amistad. La de dos amigos que se hicieron inseparables y que tras la cena de graduación en el 2006 comprendieron que lo suyo no era amistad sino otra cosa. El 18 de agosto, uno de esos días de verano gaditano, os disteis cuenta de que os necesitabais el uno al otro. Y a partir de ahí, Lidia y Luiso, comenzó un largo noviazgo, no siempre fácil, que a pesar de muchas escaramuzas, os ha hecho mantener una relación estable.  
Y es que el amor, no es sólo poesía. El amor se acrisola como el oro en el fuego. A veces momentos de enfermedad, limitación, fragilidad, y hasta injusticias, nos hacen crecer y reconocer su grandeza y autenticidad.  Vosotros lo habéis experimentado. Os habéis apoyado el uno al otro, cuando las cosas, sobre todo los envites de la enfermedad en las personas que más queréis, han hecho temblar el corazón, hacer piña, y rogar con todas las fuerzas ante aquel que se hace Cirineo de nuestros dolores, y ante la mirada de aquella que permanece de pie, siempre, solidaria de nuestras lágrimas, despertando nuestra fe y alentando nuestra esperanza.
Es ese amor el que hoy queréis hacer público en la celebración de vuestro matrimonio: un amor que nace de vuestra condición de discípulos de Jesús el Nazareno y que para ti Luiso, se alimentó aquí mismo, en esta patria espiritual de San Francisco que diría nuestro hermano Emilio.
 Un amor que nos hace salir de nosotros mismos para poner nuestra energía, capacidades, tiempo, ternura, creatividad, servicio en las manos de otra persona que se convierte en el gran regalo que da sentido a la vida, con la que caminar de la mano, reir y llorar, proyectar una existencia capaz de hacer presente en el mundo el mismo amor de Dios. Cuando nos crucemos con vosotros por la calle san Francisco, cuando la vida se abra paso y nazcan vuestros hijos, cuando emprendáis sueños y queráis compartirlo con nosotros, queremos seguir encontrando en vuestra relación, en vuestra mirara, en vuestra alegría, un signo concreto del Amor que Dios nos tiene y que se manifiesta en la carne, la historia y la humanidad concreta de sus hijos, que se entregan el uno al otro en esta aventura difícil y apasionante que es el matrimonio. Ese amor que no pasa nunca, amor de la prosa de la vida cotidiana es el que esperamos encontrar en vosotros siempre.
Lidia, niña guapa de Santa María, tu sueño de cumple hoy, ese que me contaste hace unas semanas: estar para siempre con Luis. Me decías, hay que esperar el momento, y el momento ha llegado. El sueño se ha hecho realidad. Cuídalo con mimo y ternura. Dios te entrega a quien va a caminar a tu lado, con sencillez, elegancia y bondad; Si en algún momento, os sentís distanciados, si las cosas no van bien, si llegan tiempos de marejada, recuerda que un 2 de abril de 2007, estando los dos un tanto enfadados, el joven capataz de la Esperanza, que no te quiso dirigir ninguna palabra aquel día, salió con dos rosas en las manos del paso de María de la Esperanza y con amor las puso en las manos de su madre y las tuyas.  A veces las palabras no alcanzan y necesitamos gestos que expresen el misterio que llevamos dentro. El puso en tus manos, una parte importante de su corazón. Hoy lo recibes para siempre.
Luiso, mi hermano querido, también tu sueño se cumple en esta mañana. Así lo ha querido la Virgen, a la que tanto habéis rezado en momentos nada fáciles. Hoy tienes a tus padres muy cerca de ti, disfrutando de tu alianza de amor para siempre con Lidia. ¡Qué su testimonio y su presencia sean para vosotros una fuente de gozo, confianza e inspiración! Junto con ellos, Angel y Carmen, Pepe y Tere, están vuestros hermanos: Angel, Luis y Jaime; y Cristina. Para vosotros es sueño cumplido compartir el día más importante de vuestra vida con vuestra familia grande, la que hoy se reúne en San Francisco, este lugar de HERMANDAD. Habéis buscado la ocasión propicia para invitar a cada uno; habéis vivido unas largas vísperas y nos habéis hecho partícipes de lo mucho que significa celebrar juntos vuestro matrimonio.
Estamos seguros de que es vuestra intención hacer realidad lo que el Evangelio del día os ha reservado para esta eucaristía:  construir vuestra casa sobre roca, sobre ese cimiento fuerte que es JESÚS.  Durante años habéis cavado y ahondado; hoy ponéis los cimientos de vuestro hogar sobre el único es capaz de darnos una vida plena, entregada, con sentido.  No dejéis de escuchar su voz, de dirigiros a él, de confiar en su palabra, de alimentaros a su mesa, de dejaros sanar y reconciliar, de sentiros continuamente enviados a ser buena noticia para quienes lo necesitan. Y contadlo a vuestros hijos cuando lleguen y ponedlos ante su mirada,  y habladle de la historia de amor escrita con ternura infinita en letras moradas y verdes a lo largo de años de vida compartida.
Ahora guardemos silencio, recojámonos en oración, porque Luis y Lidia, movidos por el Espíritu Santo que los consagró en el bautismo, toman la palabra ante Dios y ante sus hermano para expresar lo que durante tanto tiempo han deseado y esperado. En su amor mutuo, Dios mismo se hace presente en medio de nosotros.

Rafael Iglesias Calvo. Sacerdote Marianista. MATRIMONIO DE LUIS Y LIDIA – IGLESIA CONVENTUAL DE SAN FRANCISCO – 15/09/2018

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