Buenos
días, bienvenidos a vuestra casa, la casa común, la patria de vuestra infancia.
Y llegó el día, y perdiendo kilos construyeron su hogar, rinconcito de besitos
y ratitos, cerquita del abrevadero de la máma y cerquita de la querencia
esperanzada, e hicieron de San Francisco abajo la jabonería de Lidia y su
devoción, y cumplieron más formales que una procesión, y comieron perdices
desde el pecado inicial, y fueron felices desde antes de comenzar, con idas y
vueltas que les sirvió de Escuela del amar.
Lidia
nos gustan tus vísperas, tu espera de ilusión celebrada, tu verlo venir con
alegría Esperada, tu paciencia de verde Esperanza, tu hágase según tu palabra.
Una
mirada dulce con media sonrisa picarona mirando a Luiso, a su carita con
brazos, su pasito mecido, su responsabilidad brutal, elegancia de cuna, saber
estar del prudente, su aquí me tienes y te quiero callaito, su boca que te dice
sin decirte, su amor y esperanza que le bendice.
Luiso
nos gusta tu querer seco de hombre antiguo, de hombre de ley. De casta le viene
al galgo, y digo yo Ángel, será por algo. Un querer de madre en restauración,
un quererla de respeto y de deseo, un aprendiz que lo hace añejo, “un Lidia por
favor” aunque en el fondo la gozas y la encantas, a su risa haces contrapeso que
entre ambos casi sin quererlo se hacen complemento.
Lidia
y Luiso, si el amor es complemento vuestro molde ya está hecho.
González
Pérez de Cádiz, de Londres y del Puerto, familia nutrida, familia por todos
querida. Franceses de adopción, güena gente más que sí, la güena gente de las
que hay en el Amor. Álvarez González, Ángel, Jaime y nuestro Luiso, hermanos y fruto
de Carmen Resiliente la matriarca i caballero de sombrero el Álvarez patriarca,
se hacen futuro en Rodrigo y Alberto, sobrinos y ahijado el último, maestros
del qué si Dios quiere y tiene en su mente, hacéroslo presente.
Santamaría
Romero, dice Cristi que vuestra familia es de Cadi con pedigrí, que traducido
al lenguaje Morera: Lidia tu si eres de Cádiz. Pepe, tu papá del que eres heredera
en carácter, hombre dedicado y currante, y Tere tu mamá, a la que parecerte en
blanco y negro viendo el álbum familiar. Cristi la otra hermana del convento,
idas y vueltas de hermanas conviviendo, que reencuentran sus almas motivadas
por la madurez y la separación, que un bichito de luz de 5 meses, ojito derecho
de tus sueños e izquierdo de tus rezos, une más que nunca. Arturo sobrinito que
te dice sin el saberlo que Dios existe y que sigas confiando.
Luiso
se su luz y su duermevela, una llamada con un te quiero, ser abracito
durmiendo, ser dame la mano y crucemos, ser su vida y su crucero…
Ser
hilo de su locura, motín de su cordura, nana de sus miedos, foto de su cartera,
confidente de sus anhelos, sombra de su vera, piececitos de sus sueños, y de su
alma dueño...
Lidia
se su felicidad, ser su conversación, piropo de sus labios, sus cervecitas con
limón, su descanso, su me voy que tengo prisa, ser su pelea y su risa...
Su
amiga y amante, la llave de su nido de amor, su espíritu resiliente, su
fantasía escondida y su mirada encendida...
No
olvidamos que la fiesta está aquí y ahora, la responsabilidad de ser testigos
de un compromiso de amor, ser notarios del sacramento de los dos, ser evangelio
y comunidad de Dios.
Aquí
nos tenéis pa quereros y pa celebraros, somos testigos de vuestra nueva vida,
mensajeros de vuestro amor, cómplices de vuestra entrega, confidentes de
vuestros amores, somos ratitos de vuestra alegría, padrinos de vuestros sueños,
presencia callada, la mano de Dios que le reza por vosotros, somos testimonio y
cuna, lo que ustedes esperan de nosotros, alegría de vivir de una familia
cristiana como solo una.
Bienvenidos
todos al enlace matrimonial de dos de los nuestros, Lidia y Luis, disfrutemos
de su felicidad, seamos testigo de la alianza del amor en presencia de Dios…
Cádiz, sábado 15 de septiembre de 2018. Convento de
San Francisco.
Emilio J. González de la Muela
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