Cofrades, locos de atar a su columna en un Vía Crucis de vida en
Hermandad.
Hermanos compartiendo mesa y dintel,
hermanos haciendo camino de vida una y otra vez, unas veces de hechos y otras
de deshechos, actuando con grandeza y miseria, como ser humano con su hermano.
Pecadores con culto, reconocido y no por
ello oculto, sea cual sea nuestra devoción y advocación, pecadores que en el
camino llevan la penitencia. Somos Iglesia y somos mundanos, y como tal erramos
y acertamos, peleamos y perdonamos, sentimos y redimimos, sacrificamos y
disfrutamos.
La Caridad por delante, con flores a
María, con música al Mesías, con exorno a la salida, con ceremonia a la
Alegría. Saeteros de balcón sin cierro, acólitos pregoneros de calle, a pecho
descubierto y sin miedo, ¿le negaremos? ni una ni dos ni tres, pero no sin él.
Sacrificio familiar y personal, trabajo
extra sin esperar a fin de mes, horas y horas, mesas redondas llenas de
vértices, discusión, debate y consenso, por momentos no te aguanto y por ti
velo, hijos sin nana, tareas sin cuentas y parejas sin cena, un beso de buenos
días con alegría.
Ahí tienes a tu madre, Madre ahí tienes a
tu hijo, y desde entonces el suyo es nuestro sino. Madre a la que gloriamos, a
la que Reina hacemos y en ella nos protegemos.
Igual que con nuestra madre, no sin la
Iglesia, la que somos, en la que creemos, y a la que defendemos y defenderemos,
en la que discernimos, a la que mejoramos, a la que no siempre bendecimos, a la
que reconocemos como madre en lo bueno y en lo no tan bueno.
El Hijo, al que hacemos Padre, cirineos
criticados como nazarenos, esos que seguían al maestro, a los que así llamaban
por ser fieles y leales al Dios mundano, al hijo al que hacemos padre, con el
que comían, dormían y caminaban, y en su presencia peleaban, incluso llegado el
momento negaban, pero, pero por el murieron y por el amaban.
Querámonos, hagámonos fuertes,
hermanémonos, unamos nuestras fuerzas, evangelicemos con música, ceremonia y
desfile. Oficio, arte y cultura, exorno de belleza y verdad. Ramos de Domingo,
evangelio con hábito y antifaz, Amor con Esperanza, Soledad en Cruz, Caídos con Desamparo.
Locos, que creen haber elegido, que creen
haber decidido de quien se enamoraron. Y fueron ellos, ella y el, los que nos
miraron, los que nos llamaron. Esa llamada sin consciencia, que nos llegó a
través de unos padres, de un momento, de una esquina con promesa, de una
llamada a la urgencia, de un maestro con vocación, de un colegio con devoción,
de un amigo cadena de advocación, de un cirineo del amor o quien sabe de los
caminos del señor.
Simposio de humanidad creyente. Emiliojo
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