sábado, 21 de junio de 2014

Te olvidaste de ti

Te olvidaste de hablar, de sentir como antes, de tus zapatos impolutos, de escribir, del fino de Chiclana, de leer, de ir hasta mi casa andando para llevarme jamoncito y queso recién cortado, de los hechos, de tus limpiezas generales diarias, de tu orden obsesivo, de invitarnos a Charo y a mí a comer, de entender, de tu origen montañez, ¿de tu infancia?,  de tu cuchillo jamonero, de los partidos y los telediarios, de tu bodeguita, tu alacena ordenada como cuando tenías la tienda, ¿del pasado vivido?, del trabajo como filosofía de vida, de ser quien eres, de ayudar a los demás sin que se entere nadie, ¿de mí?, de tu Cristo del Amor, de tu Mari, de tener un jamón detrás de la puerta, de tener más productos de limpieza que agua, de cuando tu papá te decía chiqui, de tu pueblo Garabandal, de tu hermana madre Ester, de cuando acompañaste a tu padre a enterrar en el monte los santos, el cáliz y los utensilios de la iglesia para que los rojos no lo quemaran y robaran, de tu viaje con catorce años a la tierra prometida, de tu Cádiz c.f., de ayudar a montar eventos para los bielorrusos, de acariciar a mamá, de decir Emi, de llorar con las llamadas telefónicas, de decirme "tomate esa cerveza que te voy a echar otra que está fresquita", del tapeito con mamá, de emocionarte el lunes santo, de venir a casa a cuidar a Arina, de regar los geranios de Serodys, del politus, de dejarme dinero, de llamarme por mi santo, de preguntarme por mi trabajo, de sonreirle y querer a Charo como a una hija, del mensaje de tu papá antes de partir  "en la vida se honesto y buena persona", de velar por mí, de que el mayor se llama Joselu, de tu pasado cirineo, de las canciones de Víctor Manuel, de los migotes mañaneros, de escuchar misa de pie, de la trastienda fraterna, del cajón de los que no podían a los que nunca cobrabas, de ser de caoba, de la mantequería Los Italianos, del día de reyes, del día de tu santo, de trabajar... te olvidaste de ti.
Sé que queda una llamita de luz de vela en tu mente, hay veces que me sorprendes con un gesto de luz, con un quiero pero no puedo, con una mirada de desazón, con un ayúdame Emi, con un gesto de sorpresa señalándome como diciendo mira Emi, de un gesto de sosiego y serenidad como si todo fuera bien.
Pena, resignación, agradecimiento a Dios, gratitud a la vida por haberte tenido hasta mi madurez, por poder seguirte besando y acariciando, por poderte ver pegaito y cogido del brazo de mamá en la cama, por poder cuidarte y rezar a tu lado sin que tu lo sepas, por ser hijo tuyo y de mamá, por sentirme tu discípulo, por tu educación natural y respeto por el prójimo mostrado y enseñado en el camino de los hechos de la vida.
Caídas como un cristo, una noche en el suelo, paseos por los sótanos de un hospital, un bidón de basura como llavero, un excursión a San Francisco, escapadas en libertad sin rumbo, ambulancias como limusinas, tres camisas mejor que una, pijamas de vestir, calzoncillos de superhéroe, volver a ser un niño, terminar por dónde empezaste, esperar a Dios sin recordarlo.
No temas, que aunque tu no sepas ni quien eres, ni quien soy, yo si se quien eres tú.

Emi

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