No veo eurovisión desde que Betty Misiego quedó segunda, el sábado estaba conviviendo a la hora del festival, y ni siquiera el Domingo me interesé por quién y dónde, pero hacia cosas por la casa, y la tele marcaba el tiempo como el reloj del salón de un marino de principios de siglo XX, marcapasos que nadie atiende, vicio de sus habitantes. Y no tuve más que sorprenderme y girar la cabeza, con dos notas de una melodía, y una voz balanceándose con la dulzura y la ternura de alguien que se sabe sufridor y que está ajeno a lo que no y atento a lo que sí. La música igual que Dios, vive en el alma. Muito obrigado. Emiliojo
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