Hasta ahí bien, soy un comando que está entrenado para sobrevivir en terreno hostil. Dicho esto, no he ido me he llevado, como el que lleva a su chiquillo a clases de permanencia, con menos ganas que descargar a palas un camión de arena.
Y una vez allí, hola qué tal, pago el mes pa dos días, me pregunta mi megafisiomonitora María, que tal picha mía, esto en modo educado on.
Y yo que lo cuento to, y todas mirando y diciendo sin decirlo, pobrecito el único niño…
Y empieza la sesión, y yo jadeando y disimulando hasta que dejé de hacerlo y me entregué, como el que se juega el campeonato del mundo de su bloque en apnea y la vida al mismo tiempo.
He mirado más el reloj que un chiquillo en una misa tridentina. Cantando pa dentro resistiré por el dúo dinámico en la pandemia, y hasta escuchar eso es todo por hoy.
Y ahí me he sentado he mirado al cielo agradecido por sostenerme con solo café. El jueves por mi madre, voy dopado con mi inhalador de corticoides rescatador de asfixiados.
Y me dice María, qué tal Emilio, y ma salió de alma, “te juro y te aseguro, que no me he desmayado porque me ha dao apuro”, y concédeme un último deseo, traerme sin miedo un desfibrilador doble con hielo...
Emiliojo
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