Nada que no sepa, que yo mismo cultivara, el cuidado y el luchar con hechos de amor y de desvelo. Un volver a empezar para ella. Una niña que internaron con 8 años, separarse de mamá porque papá se marchó al cielo. No olvida su recuerdo y tanto daño. Apego desorganizado, que le pesa a ella y a mi durante toda la vida fruto de la epigenética, hechos de cuna que la marcó una vida que solo salvó la mano del montañés de corazón infinito, la de su amor y la de su vida.
Mi corazón me pide desalojar con lágrimas lo que le oprime, porque me dice con voz de Emi, kiyo alivia pide que te fajen que vas a reventar, y no sufras más picha mía, y empieza ya a llorar, sácalo de ahí vida mía, que no hay más que agradecer, soltar y aceptar.
Decirle a papi, cuídala y hazla recapacitar, tú su duermevela en su nuevo hogar, que se adapte de nuevo, una vez más, suma y sigue por estar viva ya sin ti, volver a tener que aprender a vivir en soledad, la del borde de su mundo, la del esperar tu mano. Y entre tanto asirse a una comunidad cristiana, que si sabe ver y escuchar por sus pasillos corre aquella niña de trenzas de 8 años, y ahora con 88 y andador, Él, Jesús el de la casa del pan siempre sobre ella tiene su mano.
Mi niño interior se ha sentado en mi regazo, y me abraza como si fuera mí hijo, que me huele y sabe que hay marejada y viento de poniente que no me deja navegar. Rezar y trabajar como San Agustín, y cuando mi cultivar se hace realidad, no puedo más que llorar y llorar, no hay consuelo solo miedo y tristeza. Esa que conozco porque viene no de la razón ni del amor, solo del vacío y del duelo de mi humanidad.
Que bonito sería volver dónde nadie vuelve y fuimos fugaces, esta última letra no es mía es solo una canción...
Emi